SAN MIGUEL
PATRÓN DE URRACA-MIGUEL
La misa del
8 de mayo en honor a la Aparición del Arcángel San Miguel en el Monte Gargano
es otra de las ilustres víctimas de la primera poda que sufrió el Misal Romano
ya antes de las reformas post-conciliares. El nuevo código de rúbricas de Juan
XXIII la relegó al apartado de las misas pro aliquibus locis al igual que la
misa de la Invención de la Cruz (3 de mayo) y la de San Juan ante
Portam Latinam (6 de mayo), que abrían espléndidamente el mes de las flores. El
motivo era la duplicación de fiestas de un mismo titular. El Arcángel San
Miguel, en efecto, es conmemorado también el 29 de septiembre. Sin embargo,
mientras esta fiesta recuerda también a todos los espíritus angélicos, la de
hoy era peculiar del gran príncipe de las huestes celestiales, habiendo sido
extendida a la Iglesia universal por san Pío V.
La aparición a la que se
refiere la calenda de hoy tuvo lugar en el año 490 en el sur de Italia, más
precisamente en el monte Gargano, importante macizo que forma un promontorio en
la región de Apulia a orillas del Adriático (se lo conoce como la espuela de la
bota de Italia). Un vecino de Siponte había perdido un preciado ejemplar de su
rebaño de toros y al buscarlo reparó que el animal estaba en la entrada de una
cueva. Disparó hacia él una flecha para espantarlo y que volviera, pero el
dardo dio una vuelta y retornó hacia el ganadero, el cual, asombrado, fue a
contar el episodio al obispo. Éste dispuso tres días de ayuno y plegarias y
acudió a la cueva. Mientras rezaba fuera de ella se le apareció un espíritu que
se presentó como el Arcángel San Miguel, “el que asiste permanentemente en la
presencia de Dios”. Indicó al obispo que deseaba que se le edificase una
iglesia en esa cueva.
El prelado dudaba y en esta sazón el pueblo se
vio amenazado por la invasión de los bárbaros. San Miguel volvió a aparecerse
al obispo y le aseguró que no había nada que temer si había fe sincera y firme,
prometiendo conjurar el peligro, como así fue, pues los invasores se retiraron.
Aun así continuó el obispo con sus vacilaciones y decidió acudir al Papa, yendo
a Roma, donde le expuso el caso. El Sumo Pontífice le prescribió lo mismo que
él había dispuesto la primera vez que oyó la historia: tres días de ayuno y de
oración ante la cueva, lo cual fue puesto en práctica. El santo Arcángel se
manifestó por tercera vez y en esta ocasión de manera inequívoca. Dijo al
obispo que no era necesario ya que consagrase la cueva pues ya había quedado
santificada con la presencia angélica. Al penetrar en su interior, vio con
asombro un espléndido altar revestido de rojo mantel y con una cruz de cristal.
A la entrada había impresa la huella milagrosa de un pie, como queriendo
atestiguar la sobrenatural visita.
El Santuario de San Miguel en el Monte Gargano se convirtió en una importante
meta de peregrinación y contribuyó a la difusión de la devoción al Arcángel y
tuvo ecos en otros lugares de la Cristiandad. En Roma, por ejemplo, cien años
después de la aparición en el Gargano, el papa San Gregorio I atajó la peste
que se había declarado mediante la invocación de San Miguel, a quien había
visto en lo alto del mausoleo de Adriano blandiendo una espada. En la Edad
Media el lugar se convirtió en fortaleza: el famoso e inexpugnable Castel
Sant’Angelo. En el siglo VIII, el obispo de Avranches en Normandía hizo
construir un santuario después de tener por tres veces (como en el monte
Gargano) la visita de San Miguel. También fue escogido un promontorio: el que
se alza frente a la costa normando-bretona y se convierte en isla debido al
fenómeno de la pleamar, llevando el célebre nombre de Mont Saint-Michel, que
alberga todavía hoy una magnífica abadía con su imponente castillo. El monte
Gargano fue aún escenario de prodigios al aparecerse nuevamente el Arcángel
para detener una terrible plaga desatada en 1656. Foco de gran espiritualidad,
no es casual que en sus proximidades se erija el convento de San Giovanni
Rotondo, donde se santificó el Padre Pío de Pietrelcina.